Los primeros en partir fueron los que tenían que volver a Nibiru,
con muchos abrazos y estrechar de brazos, la alegría mezclada con el pesar, embarcaron en las naves celestiales;
uno tras otro, los vehículos rugieron y se elevaron desde Sippar.
Al principio, los que quedaban atrás gritaban ¡Viajad sin novedad!; luego, los gritos enmudecían.
Tras completarse los lanzamientos hacia Nibiru,
llegó el turno de Marduk y de los Igigi con esposas Terrestres;
Marduk los reunió a todos en el Lugar de Aterrizaje, les ofreció una elección:
con él y con Sarpanit, y con los dos hijos y las hijas, ir a Lahmu y esperar allí que pasara la calamidad,
o dispersarse en las distantes tierras montañosas de la Tierra, para encontrar un refugio ante el Diluvio.
Después, Enlil tuvo en cuenta a los que se quedaron, por grupos les asignó carros.
Enlil mandó a Ninurta a las tierras montañosas más allá de los océanos para que informara del retumbar de la Tierra;
también asignó a Nergal y a Ereshkigal la tarea de vigilar la Blancatierra; a Ishkur le dio la tarea de vigilar contra cualquier avalancha de Terrestres,
para que prohibiera accesos, para que levantara y reforzara barreras y cerrojos.
Sippar, el Lugar de los Carros Celestiales, fue el centro de todos los preparativos; desde Nibru-ki, Enlil se llevó a Sippar las Tablillas de los Destinos, allí
estableció un Enlace Cielo-Tierra temporal. Después, Enlil se dirigió a su hermano Enki, a él le dijo así: Para el caso de que se pudiera sobrevivir a la calamidad, que se recuerde
todo lo que ha sucedido. ¡Que se entierren y resguarden las tablillas de los registros en Sippar, en
las profundidades de la Tierra, para que en los días por venir se descubra lo que desde un planeta se hizo
en otro! Enki aceptó de buen grado las palabras de su hermano. Almacenaron los
ME y otras tablillas en arcones dorados, los enterraron para la posteridad en Sippar, en las profundidades de la
Tierra.
Así dispuesto todo, los líderes esperaron la señal de partir, vigilaron con aprensión la aproximación de Nibiru en su gran vuelta. Fue en aquellos momentos de ansiosa espera cuando Enki se dirigió a su
hermana Ninmah, a ella, le dijo así Enki:
¡En su preocupación por los Terrestres, Enlil no ha prestado atención a todas las demás criaturas vivas! Cuando la avalancha de aguas barra las tierras, otras criaturas vivas, algunas de Nibiru originadas por nosotros, la mayor
parte evolucionada en la misma Tierra, quedarán condenadas en un golpe repentino a la extinción. ¡Preservemos tú y yo su simiente de vida, extraigamos sus esencias vitales
para salvaguardarlas!
Ninmah, la que da la vida, a las palabras de Enki dio su favor: ¡Lo haré en Shurubak, tú hazlo con las criaturas vivas del Abzu! Así le dijo
a Enki.
Mientras los demás esperaron sentados y ociosos, Enki y Ninmah emprendieron un desafiante trabajo;
a Ninmah le ayudaron algunas de sus asistentes en Shurubak,
a Enki le ayudó Ningishzidda en el Abzu, en la antigua Casa de la Vida.
reunieron esencias masculinas y femeninas, y huevos de vida,
de cada especie, de dos en dos, de dos en dos los preservaron en Shurubak y en el Abzu,
para salvaguardar, mientras en la Tierra se daba la vuelta, para recombinar después las especies vivas.
Entonces, llegaron las palabras de Ninurta: ¡Los estruendos de la Tierra son siniestros!
Entonces, llegaron las palabras de Nergal y de Ereshkigal: ¡La Blancatierra se estremece!
En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del Diluvio.
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